sabato 11 dicembre 2010

Bitácora: capítulo III


Mi semana sola prosigue. Por la noche me voy a una single party donde la gente prácticamente se divide en dos grupos: españoles y el resto del mundo. Fiesta para encontrar pareja… ¡cosas de erasmus! Yo no busco mucho, sin embargo, encuentro un grupo genial. Saludo a Katy, alemana, Kuba y Magda, polacos. Con ellos se encuentra Kersten, otro alemán erasmus, y su amigo Sven, que está aquí de visita. Me paso la noche con ellos y así descubro a un grupo de amigos con los que haré mil cosas.
Al día siguiente, con mi resaca, me recorro medio Lecce en bici, con riesgo de ser atropellada por los locos italianos al volante, en busca de una escuela de teatro. Tras varios momentos de verdadero peligro decido abandonar y me dirijo a mi cita con la otra escuela. Pero como el día anterior había sido demasiado interesante, hoy toca malapata; así que la bici se me estropea y tampoco encuentro la segunda escuela. Desesperada, odiando a los italianos que me acosan con los ojos y me pitan por no ir a doscientos por hora en bici, me dirijo a casa de Giuliano, que no contesta. Retomo el rumbo, y un motorista me adelanta. El hombre, a la italiana, aparta los ojos de la carretera- cruzando un paso de peatones- para observar descaradamente mi escote. Me quedo anonadada, ¡hasta en moto! Lo que no me explico es cómo no he visto todavía ningún accidente.

Sigo deambulando y finalmente llamo a la escuela. Mino, como se llama el profe, decide ir a buscarme. En diez minutos. Yo, ingenua, olvido por un momento que in Italia el tiempo se duplica, y espero veinte minutos por él. Cuando llega, nos reconocemos al instante. Será que a los teatreros se nos reconoce. Sorprendida, descubro que ha oído hablar de Cordovani, y, así, me conquista. Me enseña todas las máscaras de comedia del arte y decido quedarme en esa escuela. Más pequeña que Koreja, pero más cálida y con ganas de hacer performance cada mes o cada dos. En noviembre empiezo, ¡qué ganas!
Por la noche, fiesta erasmus en una discoteca horrible. Habrá que ir. Al menos tengo a Julia y a Daniel, los que fueron mis primeros amigos alemanes en Lecce. Son cosas que hacen los erasmus, pues no me vería en España en un sitio así; ni ellos en Alemania. Sin embargo, no todo es malo, pues conozco a Federica, italiana que forma parte de la asociación de estudiantes de Lecce, y que insiste en que vaya a hablar con ella y que así me informará de la vida real de estudiantes lecheses. Por supuesto, el lunes siguiente voy.

El viernes, voy a la playa con mi nuevo grupo de amigos, mucho más majos que todos los españoles juntos. Vamos a San Cataldo, en pleno octubre, y ¡al agua patos! Echaba de menos el mar. Quico, el otro español que está con nosotros, y yo, no salimos del agua. Se nota que nos gusta. Una tarde genial, hablando mucho inglés y aprendiendo palabras en polaco y alemán. A la vuelta, en el autobús, un señorino se pone a tocar la armónica. ¡Precioso!



Para despedir bien a Sven, al día siguiente hacemos una excursión. Un grupo de veinte personas, y solo tres chicos. Vamos a Otranto. Impresionante. Con su castillo, sus callejuelas. El mar… me escapo unos minutos para mojarme los pies. ¡Qué paz!


Definitivamente, Sven se va. ¡Una pena! Así que desayunamos todos juntos. Luego, el loco de Kersten, sin haber dormido a penas, quiere que vayamos a piazza Sto. Oronzzo a hacer los ejercicios de italiano. Hace sol, hay que aprovechar. ¡Cómo se nota que es tedesco! Yo no puedo con el alma. Hoy domingo casero. La primera vez que paso un día entero sola, pero no me importa.

Empieza una nueva semana, intento, por enésima vez, enterarme del horario de las clases. Pero es imposible. Mañana estarán, seguro. In Italia mañana significa la semana que viene. Vuelvo el miércoles, antes de partir a Barna, pero nada… Así que me voy sin saber nada. ¡Qué desastre de país!

El lunes llueve como un Santiago cualquiera, así que se me ocurre hacer mi primera paella e invitar a mi heterogéneo grupo de amigos. Nos sentamos a la mesa dos francesas, un alemán, dos polacos, un italiano y una española. Menú andaluvalenciano. Salmorejo y paella. ¡Triunfa! Después, jugamos a las cartas a la italiana, a la alemana y a la polaca. Otro día tocarán Francia y España. Di dove sei? Ciudadana del mundo. 


Al día siguiente, me despierta una voz de mujer. ¿Quién será? Matteo, que ha llegado, otra vez le acompaña mamá. Y yo me levanto con mi cara de trasnochadora. ¡Qué vergüenza!

Así que convivo dos días con Matteo. Es genial, pero siempre me está tomando el pelo. No se le puede tomar en serio. En fin, por lo menos llegó cuando ya sabía italiano y no me puede putear (con perdón) tan fácilmente. Me cuenta que la mafia estuvo en casa, y llegué a pensar que igual era verdad. ¡Qué guasón! Menos mal que no soy una anadelavida.

Definitivamente, el trébol funciona muy bien, pues descubro en Matteo una mentalidad muy similar a la mía.

Al día siguiente, chicos, me voy a España. Buen viaje bella. Vuelve pronto que Davide te echará de menos, ¡fijo!

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