sabato 23 aprile 2011

Facultad sin alma

Sentada en el hall de la facultad, recapacito sobre las cosas que suceden a mi alrededor. Observo, veo a la gente que pasa. Me faltan muchas cosas que en la sede del departamento de arqueología no existen. No hay una cafetería donde se reúnen los colegas. No hay un grupo de fumadores en la puerta hablando. No se ve un montón de gente que entra y sale. Solo cuatro gatos sin sofás donde sentarse. Ni periódicos que leer.

Espero para hacer el examen y no sé cómo llenar el tiempo. Se oyen pasos de personas cansadas del tedio de la vida. Faltan las risas de los jóvenes que flirtean con ganas de conocerse. Se escuchan breves conversaciones, anodinas, sin pasión. ¿Dónde quedan las discusiones sobre política, las ganas de cambiar el mundo, la energía de los universitarios? La lentitud y la desorganización se las han llevado. Brillan por su ausencia. Su preocupación: los exámenes y el estar siempre guapas. Los sindicatos y asociaciones estudiantiles se esconden. Y aquí estoy yo, con ganas de aprender y conocer la cultura, con todo que me espera pero tarda en llegar.

Finales de febrero 2011

Obsesión

Los observaba atentamente, intrigado notaba sus movimientos preguntándome a dónde querían ir, cuáles eran sus intenciones. Eran cinco, y no se separarían nunca, se sentían atados. A su izquierda, otros cinco, también juntos, estaban a la par, con movimientos casi idénticos. Estaban tramando algo, con aquellas uñas largas, casi amenazadoras. Intenté acercarme lo más posible, pero con cada paso, se alejaban de mí, guardando siempre la misma distancia, una distancia constante. Con mis dedos casi les alcanzaba si estiraba un poco más los brazos; finalmente, decidí sentarme en el suelo, ellos dejaron de moverse, cogí unas tijeras, les dediqué una mirada asesina, les corté las uñas, me puse los calcetines, y por fin dejé de verme los dedos de los pies.

                                                                                  Jueves, 14.V.09

Los lunes, pécoras

Estamos aquí, todos reunidos, fumando cigarrillos alrededor de una mesa de música e ilusiones. 
Humo  que empapa el ambiente de buen humor mezclado con la melancolía de las almas solitarias que vagabundean por los trastes  de una guitarra de palo de rosa. La piedra es cálida como solo lo es el vivir los corazones en un mañana que ya se ha muerto. Alcohol en nuestras venas anuncia que estamos vivos al ahogarnos en las penas que nadie recuerda pero que todo el mundo llora. 
                                                                         Lunes, 11.V.09

As castañas dun ollar

Ollaba nos seus ollos e mergullábase nunha inmensa tristeza. 
Ollos que caían coma as castañas do outono que se esconden entre os pinchos dos ourizos. 
Ollaba e non podía ficar queda, coa dor palpitando nas súas pestanas de carbón. 
E morría unha primavera de flores esquecidas. Sentía que a verdade nunca fora mentida. 
Confiaba naquelo que temía. Tentaba arrincarlle aquela melancolía que escorregaba nunha bruma, 
como cando nena desprendía da súa dura pel as castañas quentes.

E sementaba unha esperanza entre as tebras, un sorriso que pulaba por fuxir.
                         
                                                     Ás veces... ás veces non te encontro.


   

                                                                                                              algún día del 2009...

Vida ou morte


A vida é un camiño de dirección única cara unha morte inevitable;
un vagar por sendeiros ocultos tralas máscaras dos prexuízos; 
un soñar con bolboretas de cores estragadas;
un voar cara un sol que xa non brilla;
un beber frases velenosas das línguas capitalistas;
un baile de ilusións esquecidas entre o tráfico;
a balanza da xustiza que rachou cos nosos medos;
unha bágoa perdida no devenir do vento que non volve;
unha sonrisa mustia por amar o que non debes;
un loitar por revivir o mosaico dos recordos;
un romper as cadeas dun corazón pechado por olvido;
un comercio sen principios coa dor dos inocentes;
un secar o río das verdades susurradas entre sombras;
unha virxe que é violada polo poder da corrupción;
un morrer por ideais que non se entenden.

10.01.08

El acantilado de los recuerdos

 

Mis pasos se dirigían como autómatas a un único destino:  el acantilado de mis deseos.  Caminaba sin premura, saboreando cada minuto,  cada pisada sobre esa tierra para mí sagrada,  recordando cada uno de mis sueños, dándoles forma, imaginando su sonrisa y sus últimas palabras.  De pronto, sentí un sonido especial: eran sus pasos. Se me aceleró el pulso, pues no podía ser él, sin embargo, el ritmo de su caminar era inconfundible. Mi corazón galopaba y mis pisadas se apresuraron. Seguí mi camino cada vez más excitada. Al final, divisé esa vista tantas veces anhelada, ya había llegado, me paré- como siempre hacía- y respirando profundamente evoqué una vez más su imagen. En ese mismo instante noté como algo- o alguien- rozaba mi piel, sentí unos labios besarme el cuello, la espalda; unas manos recorriendo mi pecho. Mi cuerpo temblaba como una brizna de hierba fresca, frágil, abandonada al deseo, quería responderle con un beso, hundirme entre sus brazos y entonces comprendí que jamás volvería a estar. Mis lágrimas, melancólicas, se deslizaron por mis mejillas y avancé un paso, otro, y otro,hasta que alcancé el borde del acantilado,por fin,  me abalancé sobre el eterno mar y encontré el último adiós.

 
                                                                                                                            20. IX. 07

domenica 17 aprile 2011

Viaje: Roma

Disfrutando de la ciudad eterna

Iglesia de no me acuerdo qué... cerca de la estación de Termini. Entré a las siete de la mañana y no estaba ni el cura...
Después de pasear durante un buen rato y admirar una Roma que se despierta me voy acercando a la Roma romana


ROMA En mayusculas y un coliseo sin turistas





Los foros y mi reciente examen de storia romana me viene a la memoria




Por la tarde una visita alternativa a la ciudad guiada por Alessio










domenica 10 aprile 2011

Bitácora: Capítulo XIII

La siguiente parada es Milán, casi la última antes de París.

En la ciudad de la moda me hospeda un boliviano con el que cruzo tan solo tres palabras. Me siento un poco incómoda, porque no sé qué puedo tocar y qué no. Me da un poco de reparo pedirle las cosas porque siempre está encerrado en su habitación. Sus compañeros de piso no son mucho más habladores que él. El único que me hace caso es el gato. Precioso felino blanco que se zampa mi bocadillo y me deja sin comida y en mis bolsillos no hay un duro, así que maldigo todo el día al simpático gatito.

A pesar de quedarme sin bocata, Milán me gusta. Sinceramente me esperaba una ciudad industrial, sin belleza y sucia. Pero no es así. El primer día voy a visitar el duomo, una catedral gótica realmente impresionante. Me siento extremadamente pequeña mientras lo observo.  Para hacer todo más agradable, la plaza está llena de niños vestidos de piratas y princesitas de diez años, que celebran el último día de Carnaval. Visito la galería de Vittorio Emanuelle, camino un montón y, finalmente, vuelvo a la casa; pero, para coger me veo en la tesitura, por primera vez en mi vida, de tener que pedir dinero. No tenía la tarjeta encima, ya que de turista no me gusta sacarla, y me faltaban unos céntimos para el billete. Afortunadamente, me encuentro con un señor que ni siquiera me mira mal y, en vez de darme lo que me falta, me paga todo el billete.

Al día siguiente, no tengo lo que se dice demasiada suerte, ya que hay una huelga de transporte y yo me encuentro en una de las pocas ciudades de Italia en las que ir a pie es cansino. Para llegar al centro camino durante más de una hora, después de haber pasado otra media metida en una lata de sardinas que se hacía pasar por autobús.

Me recorro todas las calles del centro y me meto en todas las iglesias que encuentro a mi paso. Busco la casa de Manzini y la visito de infiltrada en un grupo de estudiantes de instituto a los que le interesa poco la visita. En ese grupo me encuentro a otra pareja de infiltrados formada por una abuela y su nieto, que, después, me llevarán de ruta por la ciudad y la abuela me contará un montón de historias de Milán. ¡Pero qué simpáticas son las abuelas italianas!

Sobre las nueve decido volver a casa y, desesperada, descubro que la huelga continúa. El barrio donde me hospedo está lejos y no sé llegar a pie, además, por una vez tengo miedo de ir sola. Me pongo muy nerviosa, no sé que hacer. Estoy en una gran ciudad desconocida, donde no es aconsejable hacer autostop.

Le pregunto a la gente qué puedo hacer, pero nadie sabe nada. Al final, me voy a esperar el autobús, que no se sabe a ciencia cierta si pasará.  El problema es que no hay ninguno que vaya hasta mi zona. Mientras espero, le pregunto a las personas de la parada qué puedo hacer, si alguno va al mismo sitio que yo. Así, me encuentro hablando con un señor que me dice que aparento quince años, y al final, me ofrece llevarme a casa en coche. Tengo un momento de duda, pero, lúcidamente, pienso: “si tiene aquí el coche, ¿qué hace esperando el bus?” Menos mal, porque luego, hablando con dos señoras sudamericanas, me dicen que tenga mucho cuidado. Afortunadamente, ellas hacen parte del recorrido conmigo, así que por fin me tranquilizo un poco.

Al final, llego sana y salva, pero agotada. Como, obviamente sola, y me voy a sobar. Dulces sueños y hasta mañana.

domenica 3 aprile 2011

Bitácora: Capítulo XII

Mi viaje está llegando a su fin. Después de más de tres semanas con la mochila a la espalda, se acerca el momento de volver a la falsa rutina de la Lecce erásmica.
Mis piernas necesitan un descanso, pero mi alma pide todavía algo más de esa libertad del viajante solitario que se mueve con el viento allá donde llegan sus pies.
Tres semanas en las que he atravesado Italia para cerrar el “tour” en París, esa ciudad hermosa donde me esperaba hermosa gente.


Parto de Lecce, impaciente, una noche de sábado de finales de febrero. Llego a Roma antes de que los turistas se despierten. Siete de la mañana y el Pantenón sólo para mí. Después de varias horas admirando las obras romanas, disfrutando con los diversos foros, empapándome de historia, me dirijo a casa de Alessio, amigo de un amigo, que me dará alojamiento esta noche.
 
Treintañero en paro y sin novia, quiere encontrar en todas las mujeres que, por un motivo o por otro, se tropiezan en su camino, una pincelada de alegría. Me ofrece un café, me lleva a visitar Roma. Comemos comida salentina, paseo por el lluvioso Trastevere. Para ponerle la guinda al pastel, vamos a cenar, a casa de unas amigas suyas, pasta integral hecha en casa. ¡Um, qué rico! Resultan ser dos lecceses y una florentina de lo más simpáticas. Al día  siguiente, para despedirme, pongo un pie, o los dos, en la fontana de Trevi. Quanto è bella Roma!



Aguardo la siguiente etapa ansiosa. Perugia, donde me espera Alba Irina, mi inseparable amiga del colegio, que está de Erasmus en esta particular ciudad; junto con Raquel Ventin, de visita. ¡Qué felicidad al verlas! Habían pasado años desde la última vez que las tres compartíamos tantas horas juntas. Estoy cuatro días, fríos pero maravillosos. Encuentro una Alba hecha mujer y una Raquel que no ha cambiado prácticamente en nada, la misma de siempre, lo cual me llena de alegría y una pequeña morriña de los últimos años de colegio y primeros de instituto.

Perugia me encanta, aunque echo un poco de menos el contacto con italianos, ya que está invadida de locos españoles Erasmus. Entre los amigos de Alba destaca Rocío, una sonriente y extremadamente dulce andaluza de Jaén, a la que no puedo evitar coger cariño en seguida. Es como una niña con cuerpo de mujer.
Después de estos días visitando Perugia y sus bellos alrededores, partimos todos juntos hacia Venecia, aunque yo, primero, hago una parada en Ravenna, donde saborearé mi primera experiencia couchsurffing.

Llego a mi destino y en la estación me espera Antonella, una psicóloga soltera de lo más peculiar. Llena de ideas e iniciativas y con una casa preciosa. El baño me impresiona, ¡tiene hasta hidromasaje!

Mientras ella se va a trabajar, yo me voy a descubrir Ravenna, una pequeña y coqueta ciudad. Luego, me lleva a uno de los lugares más notados de la ciudad donde como rico embutido y rica pasta. En el sitio hay, además, una fiesta de disfraces para la clase alta. Mientras cenamos, una señora un poco particular, disfrazada de catwoman, se nos acerca pues tiene un conocido en común con Antonella, y poco después, vamos a maquillarla al baño. Una escena bastante estrambótica, pero divertida. 

Mi siguiente etapa es Venecia, pero antes pongo un pie en Ferrara. La ciudad me gusta, pero la gente es más bien desagradable.








Por fin, Venecia. El Carnaval. Sin palabras. ¡Espectacular! No se puede describir. Lleno de personas disfrazadas de las cosas más diversas, sin faltar aquellos a la ottocentesca. Trajes impresionantes, elegantísimos y, seguramente, sólo aptos para ricos.
En Venecia me acoge Ali, un afgano bastante occidentalizado, muy abierto. En su casa está hospedando a Marta, una valenciana que, por  una mala jugada de la Diosa Burlona, estudia en Lugo. Poco a poco, llego a la conclusión de que el mundo es un insignificante pañuelo. El batería de su grupo no es otro que Tonono, ¿cómo es posible? Pero las coincidencias no acaban ahí. El día en que nos despedimos, descubro que es vecina de Juan, el amigo de Castropol de mi Némesis. ¡Esto es demasiado!
Ya decía yo que hacía tiempo que la Diosa Burlona no tiraba los dados.

El primer día en la ciudad de los carnavales- y no hablo de Xinzo-, fuimos a cenar a casa de unos
amigos de  Ali. Una escena muy árabe, todos sentados en el suelo, descalzos, alrededor de la comida. Amir me explica bastantes cosas sobre la religión musulmana para abrir mi mente de europea ignorante.
Disfruto como una enana maquillando a todos en mi primera noche de Carnaval. Me muero de frío y de sueño, pero, aún así, me encanta.

Al día siguiente, el sol nos acompaña a visitar Venecia, y allí nos juntamos con Marta y con Ana, que vienen de Lecce para disfrutar de una jornada de Carnaval veneciano. Caminando por las callejuelas, de pronto, veo a un Wally, miro bien y descubro que no es otro que Víctor, el hermano de Javi Lethal. “¡Pero bueno! ¿Tù no estabas en Padova?”

Y Padova es mi siguiente destino. Allí me hospedo en casa de Constance, la francesa a la que, junto con Emma, había dado alojamiento unos días antes en Lecce. Eso de estar con una tocaya es decididamente nuevo para mí.
Pocas horas después llegan otros dos gabachinos, Melina e Massime, que vienen de Bordeaux a visitarlas. Así que me pasaré tres días intentando hablar francés. Un buen entrenamiento antes de ir a “la France”.



El martes por la mañana madrugo para visitar Padova, ya que el día anterior habíamos dado solamente una vuelta cuando ya había anochecido. En el autobús le pregunto a una señora que está con su nieta, dónde me tengo que bajar. Ella decide hacerme de guía turística por un rato.

Disfruto mucho escuchando las historias de la abuela y jugando con su nieta. Me habla de todos sus hijos y sus nietos. Me lleva a la universidad, al café más importante de Padova. A ver una iglesia con la capilla toda decorada. Il duomo... Vuelvo a casa y preparamos los disfraces para irnos al último día del inigualable carnaval veneciano.

Nos lo pasamos verdaderamente bien. Bailamos un montón y vemos alzarse el sol sobre Venecia.

A las siete de la mañana cogemos el tren para volver a casa y, cuando llegamos, decido que me quedo un día más aquí en vez de ir a Modenna, dado que estoy extremadamente cansada. Lo único que me apetece es dormir. Así que un día más en la ciudad de la Lega con estos franceses a los que les falta algún tornillo.

Cuando llega el momento, me da pena despedirme, pero el trotamundos debe continuar el viaje.