martedì 15 febbraio 2011

Bitácora: Capítulo IX

 
Y sigue el estrés. Tanto la profesora de Archeologia como la de Storia Greca quieren recuperar todas las horas de clases. Seminarios por la tarde de cerámica y clases de storia a la vez. Para relajarnos, y ver un poco de archeologia de verdad, la Semeraro nos lleva a una de sus excavaciones, cerca de Lecce: San Vito di Normanni. Respirar un poco de aire puro entre ruinas y la reconstrucción de cabañas de época arcaica. Disfruto como una enana al pisar la hierba y ver a las ovejas con su pastorcillo. Pero por la tarde me espera el estudio. 

Esa noche vamos a una fiesta a la residencia universitaria donde están casi todos los polacos. A las seis de la mañana me tengo que coger un autobús para Bari, donde vamos con el Ateneo Occupato a la manifestación de los trabajadores de la Fiat. Así que, a cierto punto, en la fiesta, decido que es hora de irse a casa, pero como llovía mogollón y estaba bastante lejos intento llamar a un taxi. Hablo con el portero y probamos, pero ninguno contesta. Mientras intentaba con todos los números, se me acerca un italiano y me pregunta qué ocurre, le digo que quiero coger un taxi y me responde que a esas horas ¡un jueves! no hay taxis. Increíble, no me lo puedo creer. Yo creo que los taxis no han llegado al Salento, todavía. Así que el chaval me pregunta dónde vivo y si me estoy yendo sola. Le respondo que sí, que me voy sola. Él alucina “¿cómo sola? ¡Vives muy lejos! ¡No puedes ir sola!” Y de pronto se va a hablar con un amigo, que, cinco minutos después, me dice: “Te llevo yo, que tengo aquí el coche” “¿Pero te vas ya?” “No, pero da igual, te llevo.” Flipo con la situación, pero bueno, al menos llego a casa seca y pronto.

Tres horas después me despierto y me voy con Ilaria a coger el bus. En el bus estamos todos medio muertos de sueño. Llegamos a Bari y recupero poco a poco energía, con lo cual espanto a mis compañeros. Esta española está loca, no para quieta. La manifestación es de lo más normal. Sin mayor incidente. Un recorrido breve y muchos discursos. El grueso de la mani está compuesto por nosotros, los estudiantes… Empieza a sonar el Bella ciao y me pongo a cantar como una descosida, así que confirman sus pensamientos: mirad a Constanza, canta con más ganas que nosotros… se le va la pinza. Y se ríen de mí, o conmigo. ¡Ja!, seguro que si no hubiese ido la manifestación hubiese sido más aburrida.
Cuando volvemos a Lecce me voy directamente a dormir, con lo cual el curso de pizzica me lo salto. Y por la noche voy con Ilaria a un lugar nuevo: “Il circolo anarchico” Donde hay un montón de libros, comida, vino y buena música. Poco a poco se va llenando de gente del Ateneo, y nos reunimos un buen grupo. Luego, todos juntos, nos vamos al Zei, otro bar en el que hacen un montón de iniciativas y que se ha convertido en el nuevo lugar de reunión de los ex-ocupantes. Como la noche se alarga bastante, al día siguiente ni oigo el despertador y me quedo sin ir a Alberobello… otra vez será.

El sábado transcurre poco a poco. Sin gran novedad. Me paso la tarde cocinando porque vienen a cenar Anca y Goscha, ya que Anca se vuelve a Rumanía en breves y antes le tengo que hacer una prometida paella. Nos divertimos mucho, hablamos de política, vamos las diferencias entre Polonia, Rumanía, Italia y España. Después nos vamos a un concierto medio roquero, en el que Matteo y Davide se convierten en las estrellas de la fiesta para las polacas. Se las ligan a todas y no paran de bailar. Acaban agotados. Mientras tanto, yo me encuentro con mis camaradas del Ateneo y con mis amigos más jevirulos.

El domingo nos vamos a un pueblo cerca de Lecce, siempre con Ilaria, y sin faltar Marco, Rocco y el borde de Óscar, un español de Valladolid que parece que odia el mundo, aunque en el fondo- cuando quiere- es un pedazo de pan. Supongo que será el cordero con piel de lobo. Vamos a este pueblo, Campi, porque han abierto un bar vegano y hacen un aperitivo. Nos ponemos hasta las cejas de las cosas más raras: patatas cocidas con salsa de tomate, cebolla y no sé que más… La verdad, que está muy rico todo. En el bar además hay una muestra fotográfica de temática ambiental, un montón de folletos informativos del ser vegetariano, el trato de los animales, el respeto del ambiente, y un largo etcétera que hace que me encante. Me acuerdo muchísimo de Ondina. Pienso que le gustaría conocer a la gente que estoy frecuentando.

El lunes reinicia la semana, yo aún no he acabado las clases. Aún me queda literatura griega… che palle! Pero bueno, allá vamos. Un poco de literatura, una visita al Ateneo, un poco de estudio… Y por la tarde voy a una librería donde se reúne el círculo antirracista. Se está preparando una manifestación de apoyo a los Rom, que vienen a ser los gitanos, que viven en barracas, en caravanas, a las afueras de Lecce y están, hablando claro, en la mierda. Les quieren echar, tirarles las casas, y no tienen a dónde ir, no tienen un mísero apoyo. ¡Qué vergüenza! Nos cuenta una de las chicas del campo Rom que yendo a reunirse con el alcalde, que obviamente no le recibe, habla con la secretaria que le dice: “vaya, no sabía que hablaba usted tan bien.” Y ella: “¿qué pasa, que por ser gitana tengo que ser una maleducada?” Estamos tan absolutamente llenos de prejuicios que no sé cómo nos podemos mirar al espejo con la conciencia tranquila. 

 
Teatro y pa’casa a prepararme porque hoy hay otra fiesta. Fiesta hippie en casa de Julie, otra alemana. Matteo y Davide están felices porque nos disfrazamos. Parecen un par de críos. “¿Costà, que me puedo poner?” Les visto con mi ropa. “Jo, qué guay, tienes siempre solución para los disfraces” “Costà, ¿me puedes maquillar un poco?” Disfruto como una enana, tengo dos muñecos a los que vestir y maquillar a mi gusto. Así, ¿quién quiere barbies?  


Intento organizar con un montón de ilusión un viaje a Venecia para los Erasmus. Gracias a una asociación de la universidad, el viaje nos sale muchísimo más barato. Invierto un montón de tiempo y saldo en el teléfono para organizar. Avisar a la gente, buscar alojamiento barato… Horas invertidas para que al final seamos tres. Qué gente, qué decepción. En fin, de todas maneras a mí el carnaval de Venecia nadie me lo quita. Iré, aunque sea sin viaje organizado ni sitio dónde dormir. 

El miércoles es un día un poco triste, ya que es la despedida de Lorenzo y Federica, que se van a París de Erasmus. Hacemos una pequeña fiestecilla en el Zei. Estamos hasta altas horas de la mañana y el pobre Lorenzo acaba un poco perjudicado. Razonamiento de mis amigos: “bueno, al menos así se acordará de la última noche en Lecce.” 

Al día siguiente, Lorenzo viene a despedirse de mí. Me da mucha pena, ya no tendré a nadie que me ayude a tocar las narices con el reciclaje o que me lea el pensamiento en las Asambleas. Bueno, mujer, nos vemos en París, y sino, en Santiago.

El mes de febrero es el mes de despedir a la gente. Lorenzo y Federica se van de Erasmus, y la mayoría de mis amigos erasmus se vuelven a sus respectivos países. No son despedidas fáciles ya que no sabemos cuándo nos volveremos a ver, si es que nos volvemos a ver.

Por la tarde es, por fin, la manifestación Rom. Me voy a ir de casa y Davide me pregunta a dónde voy. “A la manifa Rom.” “¿A favor o en contra?” “¿Cómo que a favor o en contra?” “Pues yo sería a la única manifestación que no iría.” Dios, vaffanculo!
Luego debería ir a teatro, pero es mi primera falta, la primera de tantas que acabarán en dejarlo. No me siento satisfecha en el curso, y la gente cada vez me decepciona más. Así que, con ayuda de Ilaria, su compañera de piso: Rosa, y otras personas, empiezo la búsqueda y captura de grupo de teatro, curso o lo que sea con tal de hacer algo un poco más serio.

El viernes, cansada de la dictadura de la televisión de mis compañeros de piso, teniendo que estudiar y con un dolor de cabeza que no se me iba, decido mudarme unos días a casa de Lorenzo, mi tío italiano. Dado que Giuliano no está, le hago compañía y, de paso, tengo un poco de tranquilidad. Cuando llego me siento como en casa. Qué paz. Qué alegría volver. Hablando, hablando, decido que sí, efectivamente, tengo que encontrar otro piso. Matteo y Davide, cuando quieren, son unos chicos geniales, como dos hermanos pequeños, pero como todos los hermanos pequeños, tocan un poco las narices. Les he cogido muchísimo cariño, pero una cosa no quita la otra, así que con consejos de Lorenzo y la incondicional ayuda de Ilaria nos ponemos manos a la obra.

El sábado para comer: tortilla de patata. ¡Cómo me presta estar con mi tío! Cocinar juntos, hablar un montón, estudiar y relajarnos. Un café y otra vez al estudio. Bastante productivo. Por la noche intento ir con Ilaria a ver un espectáculo de tango, pero desgraciadamente no quedan entradas, así que le invito a “mi” casa, donde encontramos a Lorenzo que se acaba de despertar de la siesta. Cocino pasta para dos italianos, y así, improvisado, se convierte en una agradable velada, con mi querida Ilaria y mi incondicional Lorenzo tocando la guitarra. Cómo lo echada de menos.

Al día siguiente me espera una verdadera comida dominguera. Antonio, un compañero de storia romana, mayorcito, me invita a comer a su casa, en un pueblo cerca de Lecce, con su mujer y sus dos hijas, dos niñas de lo más simpáticas. Es una casa preciosa y disfruto mogollón comiendo en buena compañía, viendo desde dentro una familia italiana que me parece que no es el ideal tradicional del sur. Antipasti, rizzoto, frutos secos, naranjas, tiramisú, café. Me enseñan fotos de Córcega y Sardeña. Hablamos de mil cosas interesantes. Y por la tarde me vuelvo al estudio. 

El lunes estudio, estudio, estudio, todo el día, sin a penas salir de casa, y por la noche vienen los amigos de Lorenzo a jugar al póker. El primero en llegar es Roberto, el que había ido con nosotros a Barcelona. Me presta mogollón verlo. Lo primero que hace es proponerme otro viaje, sabe perfectamente que diré que sí, aunque al final no es posible. La timba me presta un montón. Estrellita, Estrellita.

Al día siguiente me vuelvo a mi casa. Cuatro días fuera y cuando vuelvo me reciben con un “ciao” de lo más seco. ¿Por qué he vuelto? ¡¡Agg!! Con lo bien que estaba con Lorenzo. Entro en mi habitación y veo que el moho, finalmente, ha invadido mi espacio. Definitivamente, tengo que cambiar de piso. Hablo con el casero y poco más me echa a mí la culpa del moho. Pero bueno, si yo vengo de un sitio húmedo, sé perfectamente que la habitación hay que airearla. Me acuerdo de que lo primero que le pregunté al casero cuando vine a ver el piso fue si había mucha humedad. “No, no” ¡Ja! Claro que no. Entonces el moho sale para hacerme compañía, ¿no? ¡Qué solidario!
Por la noche no puedo más,  no aguanto en casa. Entre la televisión y el moho me están echando, así que me hago una escapadita a casa de Ilaria a contarle mis penas. Después, cuando me vuelvo, hay tanta niebla que no veo las calles, y llegado un momento, no sé por dónde tengo que seguir. Me veo obligada a preguntar porque me siento perdida. ¡Qué angustia! Menos mal que encuentro a una pareja que me indica el camino. La chica, toda preocupada, me dice: “pero ten mucho cuidado, que hay mucha niebla y los coches van muy rápido” Llego sana y salva a casa a pesar de los miedos de la simpática italiana.

El jueves es, por fin, el examen de archeologia. Estoy súper nerviosa. Me como todas las uñas. Tengo un nudo en el estómago. Llego casi una hora antes al examen y encima la profesora llega tarde. Qué tensión. Dado que los exámenes son orales, y somos solamente tres para ser examinadas, entramos juntas en el aula. Mi ansiedad aumenta mientras las otras dos hacen el examen. Estoy al borde del llanto porque me bloqueo, me da la sensación de que no sé nada. Nunca había pasado tanto miedo antes de un examen. Por fin, llega mi turno. La profesora me tranquiliza. Yo no quiero hacer el examen, pero ella me anima. “Mujer, no pretendo que sepas todo hasta el más mínimo detalle, soy consciente de que los textos no eran precisamente fáciles y no eres italiana.” Uff. Poco a poco empiezo a hablar y me tranquilizo. Hago bien el examen aunque la nota que me pone no me la merezco. En fin, de vez en cuando no está mal que te echen una mano.

Después, me acerco a mi teatro para hablar con el profe y decirle que lo dejo, pero no está. Estos italianos… Así que me voy al Formicaio, donde me veré con Ilaria. Hoy se proyecta un documental sobre los transgénicos muy interesante: “Le monde selon Monsanto” Una fábrica americana que quiere monopolizar los cultivos, y poco a poco, ejerciendo una técnica que parece propia de las SS, se va cargando a todos los pequeños propietarios y los subyuga, obligándoles a utilizar las semillas que ellos fabrican. Se me revuelve el estómago. 

El viernes por fin voy a Alberobello, con Julie und Daniel. Será nuestro último viajecillo juntos, ya que Julie la semana que viene se va a Estados Unidos, y luego se vuelve a Alemania. 


Alberobello es un pueblo precioso, con casas de época prehistórica que se construyen sin cemento y aún están en pie, se llaman “trulli” y parecen de cuento de hadas. Si en cualquier momento se nos apareciese un duendecillo no me hubiese sorprendido lo más mínimo. Aunque en vez de duendecillos, lo que vimos fue alberobeses con ganas de turistas, que no nos quitaban los ojos de encima: entra, observa, compra. Para comer un trozo de pizza nos las vimos y las deseamos. Al final nos conformamos con un poco de “empanada”.

Por la tarde pretendía ir a ver “Sueño de una noche de verano” con Ilaria, pero, otra vez, no quedaban entradas; así que me quedo en casa y paso una divertida velada con Matteo y Davide. Hacía tiempo que no nos lo pasábamos tan bien juntos. Y cuando estábamos pensando en irnos a dormir, llaman al telefonillo. Los amigos de Matteo, de su pueblo, nos invaden. Podrían ser perfectamente un grupo de gente de Oviñana.
El sábado me espera una fiesta doble. Primero en casa de las francesas y Katy, y después en casa de Julie y Daniel. Cuando llego a la segunda fiesta, Davide me dice: “Matteo y yo no tenemos llaves, así que déjanos las tuyas.” Con lo cual, me quedo sin poder volver a casa, pero me apropio de la cama de Julie y al día siguiente, cuando me despierto, veo las horribles consecuencias de hacer una fiesta de despedida. ¡Cuánta porquería producimos!

Llego a casa muerta por la noche anterior, pero tengo poco tiempo para reposarme ya que a las seis me tengo que ir a Piazza Santo Oronzo, donde se hace una manifestación de lucha de las mujeres italianas, en protesta a la sociedad machista y sobretodo pidiendo la dimisión de Berlusconi, que es uno de los mayores degradadores de la imagen femenina. Durante la mani, conozco a Ippolito, un actor y director del que me habían hablado. Sin pensármelo mucho, me presento y le pregunto sobre teatro, qué hacer, dónde. Me da su email y me dice que le envíe el mío y que me mantendrá informada. ¡Bien! Poco a poco la vida se va reorganizando. 

Cuando acaba la mani, me voy con Ilaria y con Rocco, ya que Ilaria me ofrece llevarme hasta casa, absurdo porque llego antes andando, pero ya que estamos, damos una vuelta. De camino al coche, nos encontramos con Óscar, que está dibujando en la calle, una de sus actividades de los domingos. La verdad que hacen un trabajo magnífico, verdaderamente impresionante.

Cuando llegamos a mi casa, subimos “cinco minutos” y nos pasamos unas dos horas hablando, pensando en cambiar el mundo. Después me dice Ilaria, venga, acompáñame a llevar a Rocco, lo cual se convierte en cenar en su casa una rica pasta con rucula, dibujar, pintar, hablar… y al final hasta nos quedamos a dormir allí. Si esta gente es casi tan liante como los santiagueses.

El lunes empieza una nueva semana. Me vuelvo con Ilaria a casa, le invito a un café y eso se convierte en otras tres horas de conversación. Cuando nos juntamos no callamos, tantas ideas, tantas impresiones, tantas ganas de cambiar las cosas. Y en medio de una interesante conversación sobre la educación, aparecen Rosalinda y Valeria, qua han decidido pasarse a hacer una visita. ¡Qué ilusión! Hacía casi dos meses que no las veía.

La tarde del lunes es de lo más monótona. Sin saber el porqué, me paso todo el día con un dolor de cabeza impresionante. Así que no soy capaz de terminar de escribir la bitácora, y la termino hoy, en la jornada de un martes en la que no tengo demasiadas cosas que hacer, excepto una rica cena que haré esta noche con Julie y Daniel: pollo al curry, ¡qué ganas de cocinar!