martedì 21 dicembre 2010

Bitácora: Capítulo VII

Después de un par de semanas sin dar señales de vida retomo mi Bitácora. No es que me haya vencido la pereza u os haya olvidado. Con mi relato comprenderéis el porqué de la tardanza.

Intentaré hacer memoria, porque se ha abierto un paréntesis en mi vida lechera, un antes y un después tras el jueves 25 de noviembre.

La semana del 15 comienza bastante normal. Un poco de tensión en casa, pero nada importante. Como con Giuliano cuando no tengo tiempo para ir a casa o me llevo un bocata a la facultad. Muchas horas de clase. Poco tiempo de reposo. Casi no veo a Matteo y a Davide. 




El martes me voy a tomar algo con un italiano que conocí por la facultad, pero siendo inteligente, me llevo la escolta. Pacto con Letizia- una compañera de storia greca- que si me da la vara, ella se acerca y me salva. Sin embargo, no hace falta. El tío es simpático, aunque no tenemos ninguna cosa en común. Para mostrar su hombría viene a buscarme a casa en coche, cosa totalmente absurda ya que vive a diez minutos, y vamos a Porta San Biaggio, que está a otros diez. Método italiano, se creen que por tener coche ganan puntos. Al pobre le salió el tiro por la culata, ya que se encontró con una ecologista a la que el uso sin sentido del coche no le conquista, sino que le espanta.

Por cierto, in Italia, cada vez que se pide una bebida o se rellena el vaso, se debe brindar mirando a los ojos del otro. Es una cuestión de honor. Dicen, hay gente que por no hacerlo ha acabado muerta.

La semana pasa, teatro, comenzamos con comedia del arte. Me encanta, pero mis compañeros son extremadamente indisciplinados. Hay un grupo de tres adultos –sí, hasta los treinta no se es adulto- que siempre llega diez minutos tarde y se va diez minutos antes. Para mi sorpresa, aseguran ser puntuales y respetar los horarios. ¿Será que la verdadera puntualidad es llegar diez minutos después?

Davide el miércoles se vuelve al paese. Nos quedamos solos Matteo y yo. Matteo se alimenta a base de pizza si no estamos nosotros para cocinarle. Come mai? ¡Después de un año viviendo fuera de casa, y no sabe ni hacer pasta! Como se siente solo, viene su amigo Alessio a visitarlo. Dios mío, que maldición, ¿por qué me haces esto, Diosa Burlona? El hombre es simpático, pero solo piensa en mujeres y su género musical preferido es la cutremúsica. Durante dos días tengo que soportar todo tipo de comentarios respecto a mi persona con banda sonora de discoteca schifosa. La gota que colma el vaso es cuando me suelta su análisis filosófico sobre mi manera de vestir: “Yo te he visto poco, pero no necesito mucho más para saber como eres. Tú no tienes personalidad, te vistes así para gustarle a la gente, para que te miren, pero en realidad preferirías vestirte de pija, con tacones y perlitas.”

Anonadada. Sin palabras. Me han dicho de todo en esta vida, pero jamás algo así. Tal vez tengo que hacerle caso, en el fondo quiero ser una pija más pero aún no lo he descubierto. Al menos ahora, gracias al gran psicólogo Alessio, me resultará más fácil descubrir mi propia personalidad. Ti ringrazio.

El jueves Matteo se ofende un poco porque no quiero ir con él y con Alessio el magnífico a la “estupenda” discoteca Dr. Jekill. Su argumento es digno de ser escrito: te traigo a un amigo y tú te vas a una fiesta erasmus. Perdón, no sabía que me lo habías traído a mí

Me voy a la fiesta erasmus, la última a la que iré, al menos eso me prometo. Pero esta es especial dado que Emanuelle- nuestro chico erasmus- el sábado se va a España. Allá vamos. Música cutre, pero al menos hacemos un poco el tonto, bailamos. Llegan italianos, nunca faltan en las fiestas erasmus. Los que van de caza. Ingenuos, no saben que la presa muerde. Me empieza a hablar uno y le tomo el pelo descaradamente. Me hago pasar por alemana diciendo cada poco kartofen, überraschung… El pobre se lo cree, y una semana después descubre que le estuve prendendo in giro toda la noche. Pobriño.


Al día siguiente curso de pizzica. Me hago una dura promesa: relajar los jueves nait, porque sino el viernes muero en pizzica. Después de la clase quedo con Anca y vamos con los de mi curso que tocan en Piazza Santo Oronzzo. Una comitiva improvisada. Música maestro, y a cantar, y a bailar. Bailo durante tres horas sin parar. Adivinan que hago teatro dado que no paro de hacer mis pequeñas representaciones absurdas. Se me pasa el tiempo volando. Entre bailar y hacer el imbécil llega medianoche. 


Nos vamos a dormir, que mañana madrugamos. Sábado. Anca, Pierre y yo nos vamos en bici a la playa. Unos veinticinco kilómetros que nos hacemos en la jornada. Veinte de noviembre, el Adriático y una loca en el agua. La menda, ¿quién si no? 





Pierre toca el tamburello y yo bailo, descalza, con las olas del mar. Precioso. Parece que estamos los tres solos, fuera del mundo, en total equilibrio con la naturaleza. Le cantamos al mar. Nos unimos con él. 

He conquistado al pobre francés con mi baile a San Cataldo, así que por la noche me propone, como si fuese de casualidad, ir a cenar juntos. Acepto, y hago bien porque a parte de practicar un poco de francés, me lleva a una trattoria cero turística, barata y donde se come muy bien y te dan un buen vino casero. Descubro que es cocinero y por eso está informado de los buenos sitios. Nota mental, aceptar siempre sus consejos culinarios.




La vida transcurre cotidianamente. Sin alteraciones de mayor importancia…

Vuelvo a ver la televisión porque descubro un orador impresionante. Saviano, el autor del libro Gomorra, cada lunes habla por la tele y yo soy su más adepta seguidora. Cuando habla tiene la presencia de Javier, mi querido profesor de comparada. Me recuerda a él y cada lunes es como asistir a una clase de esas con alma que tanto echo de menos. Aunque los temas de Saviano nada tienen que ver con la literatura, sino con la mafia.

En el supermercado de al lado de casa me tratan muy bien. El carnicero me da su número y me regala un filete, el frutero me hace una rebaja en los plátanos, el cajero me abre el supermercado antes de la hora solo para mí y cada vez que me ve entrar por la puerta se presenta para llevarme las cosas o lo que yo quiera. La charcutera me hace probar todos los jamones para que encuentre uno a la altura del español. Un día hasta me invitan a un café.

Descubro con alegría una especia de chorizo. Sin embargo es demasiado picante. Pasta sí, pero el embutido mejor en España. 

Y hablando de comida, está prohibido comer la pasta con el pan.

Por fin jueves veinticinco.

Llego un poco tarde a clase de storia greca y me encuentro a la profesora dando un mitin a los alumnos. Basta de Grecia. Hablemos de una cosa en este momento mucho más importante. El corrupto gobierno de Berlusconi y el derecho a la protesta estudiantil. Contra la privatización y el DDL Gelmini. La profesora Frisone es toda una revolucionaria. Yo ya lo había intuido. Así, de manera totalmente aplaudible, decide que nosotros haremos nuestra propia protesta: daremos la lección en las escaleras de la entrada del Ateneo (el edificio donde  tenemos clase). 

Y, así, inicia mi vida política en Lecce.


Mientras tenemos la clase revolucionaria, se acerca un chico y anuncia que a las tres al Tabbachi (otro de los edificios de la universidad) se hará una asamblea. Soy la primera en llegar. De pronto oigo: Ei Costansa! Me giro. ¿Y tú quién eres? Mirco, ¿te acuerdas? Anda, Mirco. Mirco, me acuerdo. Mirco, el chico al que Federica le dio mi número para informarme de asambleas y demás movilizaciones políticas y que aún no lo había hecho ni una sola vez. Mirco, sí, el que sin embargo me había enviado un montón de mensajes para vernos. Mirco, si hasta había olvidado su cara. Mira tú, Mirco, al fin me ves y precisamente en el ámbito que yo quería que me vieses. Mirco, el pijo del movimiento que se llamará “Ateneo Occupato”. Mirco, el prototipo de italiano a la enésima potencia. Sí, todo eso y más. Pero, al fin y al cabo, Mirco se convertirá en un buen camarada. Mirco, siempre alegre y cantarín.
A propósito, aquí si a alguno le llamas camarada eres de derechas. Y la homosexualidad es una enfermedad o un insulto. Hasta incluso para las personas más abiertas de extrema izquierda.

Después de la asamblea, regularmente empezada con una hora de retraso, vamos en comitiva con la pancarta a parar el tráfico. Después entramos en el Ateneo e inicia la ocupación. 


Estoy en el movimiento desde el primer minuto. En el Aula Magna hacemos otra asamblea para informarnos mejor y organizarnos. Hago mi primera intervención. La noche la pasamos en el Ateneo. Empiezo a conocer a la gente poco a poco. ¿Y tú por qué estás aquí? Porque, como he dicho en la asamblea, para mí esto es una causa internacional, y, ¿para qué os voy a mentir? llevo en la sangre el amor a la política y a la movilización. Recuerdo las manifas contra a privatización. Mamá, no me hagas explicarte el porqué si la culpa es vuestra.

Y así se inicia mi nueva vida en Lecce. Trece días de ocupación del Ateneo, durmiendo en el suelo y haciendo servicio de orden veinticuatro horas. De trece, he dormido uno en casa. Me convierto rápidamente en una parte integrante del movimiento, me tienen en cuenta y me escuchan. Soy la compagna spagnola. Spagna me llaman. 

Poco a poco voy haciendo amistad con todos, gente increíble. Me siento en casa.

En el plano político, hacemos una manifestación en el rectorado. Salgo en la TV en primera fila, con el puño en alto. La policía descubre que hay una española en el cortejo y me dan la enhorabuena por mi buen italiano. Surrealista.


Colgamos una bandera en porta Rudiae con el lema Ateneo Okkupato.















Martes, una manifestación de cuatro mil personas. Lo nunca visto en Lecce. Tenemos un éxito brutal. Ocupamos el anfiteatro.


 





                            
 

Por la tarde vamos a la estación y retrasamos la salida de un tren. 








Y así, una serie de iniciativas. Trece días de movimiento, de convivencia con italianos veinticuatro horas. Poco a poco pierdo el miedo e intervengo en las asambleas. Me voy haciendo pequeños discursos. Debatimos de política. Aprendo a usar el condicional, tiempo verbal esencial en las izquierdas.





Hago mi propia lucha contra el machismo y en pro del reciclaje.

Mi vida ya no será la misma en Lecce. Ya no soy Erasmus, soy yo, la compagna Costansa.

Los italianos no tienen ni idea de geografía y se piensan que el catalán es un dialecto. Así que, cada vez que uno me pregunta de dónde soy le tengo que dar una lección express de geografía y hablarles de cómo se divide la dividida España, cuales son sus lenguas y un largo etcétera de lagunas por cubrir.


En el Ateneo hay personas increíbles. Un Pol. Y no hablo del pulpo. Un chico con gafas, pelo negro, estatura media, delgadito… Me impresiona porque se parecen extremadamente. Es el primer amigo que hago, ya que mi subconsciente me lleva a pensar, que ya que por fuera es como Pol, por dentro me caerá bien. Y efectivamente. Se hace llamar comandante Fuser y es un enamorado del Che. Comunista radical. Hacemos migas fácilmente.

No podría escribir sobre todas las personas que he conocido estos días, porque son demasiados, pero sí puedo decir que ha sido una experiencia maravillosa. Descubrir que tengo la capacidad de expresarme en italiano hasta para un debate político me llena de orgullo.
 
Conozco a un chico que destaca sobre los demás, aunque no por eso el resto es menos importante. Aunque primero debería hablar de Marco, hombre con carisma y fuerza. Con el megáfono en la mano mueve masas enteras. Y me hace un elogio, que viniendo de él tiene mucho más valor. Me dice que le he tocado y sorprendido. Que estoy desde el primer momento en el movimiento y que lo admira. Mi autoestima no puede dejar de elevarse.









Pero a lo que iba, el mejor descubrimiento de estos días, en el plano socializar ha sido probablemente Lorenzo. Un chico alto, cosa muy poco habitual en Italia, con el pelo largo y pies grandes. Rastas. Estudia árabe así que me da una clase de introducción. Simpatiquísimo. Sabe un poco de español y quiere aprender más. Vale, me dice. Mi profesor de italiano personal. En las asambleas tiene la costumbre de leerme el pensamiento y decir lo que yo tengo en la punta de la lengua. Juntos nos encargamos de tocar un poco las narices con el reciclaje. Siempre que tengo una duda me la resuelve. Fotógrafo y también músico. Toca la guitarra, y una noche toca para mí. Introvertido. Descubro que le gustan los comics. Que de vez en cuando dibuja…

Me parece que ya he conocido a su doble.

Otro echo inolvidable. Lorenzo, el otro Lorenzo, me había enseñado hace casi dos meses una canción italiana muy poco famosa que ningún italiano de los que había conocido hasta el momento sabía. Y el otro día, mientras estaba hablando con otro rastas, escucho a Flabio cantar “compran oro e rubanno amor…” De un salto me pongo a su lado e iniciamos a cantar como locos. Nuestra amistad se hace fuerte en ese momento, y poco después descubro que él también hacía judo.

Y Lorenzo, para ser aún más genial, sabe tocar esa misma canción.  Yo también quiero tocar un poco pero descubro, con tristeza, que no me acuerdo de nada.

La ocupación se acaba, pero la lucha continúa. Tenemos en nuestro poder una planta del Ateneo y ahí nos organizamos, aunque las iniciativas decaen porque faltan las fuerzas. Estamos todos cansados y hacemos la imagen típica de las izquierdas. Asambleas en las que no se llega a una koinè, y cometeremos el mismo error que las izquierdas en la guerra civil española. Perdemos horas y horas hablando de lo mismo y nos faltan oídos para escuchar. Cada uno con su postura y no cede. Magari… magari… poco a poco llegamos al punto medio. Pese a todo, las cosas salen adelante.

Me siento viva, me siento llena, me siento que por fin he encontrado mi espacio en Lecce.


Para concluir. El martes (osease, ayer) hicimos una cena de “Navidad” con los Erasmus, que, cómo no, organicé yo. Gracias a la diosa Burlona recibí ayuda de Tonio, un italiano, y Riccardo, el otro chico erasmus. Un cena de 73 personas, que se dice pronto. Comimos genial y por primera vez en Lecce me puse tacones. 



  Jugando a ser mujer por un día.

giovedì 16 dicembre 2010

Bitácora: Capítulo VI

Continúan las andanzas. Empieza el curso de verdad y no tengo mucho tiempo. ¡Qué felicidad! ¡Qué no parar!



Clases por la mañana. Madrugones. Mi cuerpo no está acostumbrado. Entre dos años de vivalalaif de Santiago con clases por la tarde, y casi cuatro meses de vacaciones, el retomar el ritmo de clases matinales me cuesta un poco. Al principio no soy capaz de irme a dormir temprano. Poco a poco me acostumbro a ver la luz de las 7:30 y no por volver de fiesta.




Mis profesores son agradables, pero el hecho de ser Erasmus no les hace ser más blandos. Sólo la simpática y tardona profesora de Archeologia se preocupa un poco por mi bienestar erásmico.

Los horarios de lecciones coinciden y extrañamente, en algunas asignaturas es importante la asistencia. Soy, seguramente, la única Erasmus a la que le controlan la presencia. Pero bueno, en esto son comprensivos y entienden el hecho de que mi clonación aún no haya sido posible y que no pueda estar en dos sitios a la vez. 

En storia greca estoy con una clase de gente del 91. Primero de carrera. Me siento mayor, ya que aquí empiezan la universidad un año después. Para ellos soy la española veterana. Me siento muy bien en este grupo, conozco en seguida a casi todos y tengo muy buena relación. Rosalinda, fantástica. En seguida nos hacemos amigas. Me guardan un sitio con ellas. Intentan chapurrear español. Un ambiente verdaderamente agradable.

Poco a poco voy hablando con los alumnos del resto de asignaturas. Aquí a los españoles los tienen en buena estima. Me acogen muy bien. Me ofrecen ayuda y ¡cómo no! Intentan ligarme… ay, l’italiani, l’italiani. ¿No se cansan nunca?

El martes diluvio universal. No para de llover. Magda, Kersten y yo vamos a comprarle un regalo a Kuba, ya que por la noche celebra su cumple. Kersten me viene a buscar y cuando salimos a la calle, en vez de acera hay un río. Nos empapamos. Lecce no está preparada para la lluvia y eso que llover, llueve. La zona vieja no tiene una sola alcantarilla. Pingando, volvemos a casa. Ropa seca y a la fiesta de Kuba. Como su residencia está lejos, decidimos coger un bus. Pero a las 21:00 se acaban los buses ¡Mira qué son vagos! Festejamos bastante. Cuando vuelvo a casa… ¡mi habitación se había convertido en un lago! 

El jueves tengo la fiesta-presentación del curso de Teatro. Muy agradable, muy teatral. Proyectando Nosferatu nos iban explicando lo que haremos. Cada dos meses una performance. Trabajo con máscaras, su uso en escena y su construcción. Mezclar el teatro con otro tipo de vertientes artísticas. ¡Qué ganas de empezar!


Después de teatro me voy a un concierto flamenco. Sí, sí… flamenco. Es que esta parte de Italia está llena de jipiosos a los que les gusta la música tradicional. Allí me encuentro con Carmen y otros andaluces. El concierto bonito, pero de flamenco poco. Una pena, la mujer que bailaba lo hacía bien, pero sin alma. Se veía a leguas que era italiana. En vez de bailar con el suelo y amar la música, hacía los pasos que le habrían enseñado en una prestigiosa y fría academia de baile.

Cuando los músicos acabaron de tocar, tres andaluces les pidieron los instrumentos y nos honraron con un poco de flamenco de verdad. No pude evitarlo, sin darme cuenta, estaba de pie y bailando. Creía que nadie se daría cuenta, pero no fue así. Acabado el bonustrack, se me acerca el “guitarrista” y me dice “estaba esperando el momento en el que te subieses al escenario con nosotros” Pero bueno, si yo no sé bailar flamenco. No, pero sabes sentir la música.

Pues sí, descubro que cuando no pienso, bailo bien.

Luego, me encuentro con Javi y Victor para despedirlos. Al día siguiente andan vía. Así que la noche se alarga y al día siguiente no voy al curso de italiano. Pero, el encantador Kersten me trae a casa los deberes. ¡Qué cielo de hombre! 





Cena temática francesa en casa de Pauline, Sonia y Katy. Crêpes. No puedo evitar echar de menos a mi segunda familia. La France. La France. Me manque. Salimos para celebrar que mañana es sábado. Vamos al… ¡Paolone! Veo a un chico con un djembe en las manos y rizos en la cabeza. Chupa de cuero y pelo largo. Así que imaginando que sería sociable, me acerco a él y le pido que toque un poco. Bonita forma de iniciar una conversación. Descubro que es amigo de un amigo de Carmen, así que nos pasamos la noche juntos. Desgraciadamente, me entero de que      se llama Andrea. ¿Cómo puede un heavy llamarse Andrea? Debería estar prohibido. 


A pesar de su desafortunado nombre, es súper simpático. Nos pasamos la noche con la guitarra y el djembe y de pronto amanece. 

A cambio de conocer al Termosifone, me quedo sin ir a Ostuni, la excursión de este finde, ya que me despierto un poco tarde para coger el tren… algo así como con cinco horas de retraso. 



El sábado y el domingo son dos días asquerosos. Tengo problemas de comprensión con Matteo, bastante grandes. Descubro que tiene una desagradable parte machista. Me decepciona. Paso el domingo deprimida, sin nada que hacer, sin nadie con quien ir a airearme. Así que, sin poder aguantar más, me voy sola de paseo. Vagabundeo por Lecce, que está llena de familias domingueras. Me paro en un puesto de unos artesanos perroflautas y me paso un buen rato hablando con ellos. Es una pena estar sin blanca, porque les compraría algo encantada. La diosa burlona, después de haberme hecho algunas cabronadas, me recompensa y los artesanos me regalan un anillo de cuero. Esta vez sin ánimo de ligar, ya que me lo da una chica. Me sienta genial. El gesto me anima un montón y continúo mi paseo con una enorme sonrisa. 



En Piazza Santo Oronzo hay unos chicos haciendo un breakdanceshow. Me recuerda Londres, París, pero no parece Lecce. ¡Qué bien! Me quedo embobada mirando cómo bailan. Cada vez me gusta más la música y el baile. Me he planteado retomar la guitarra. Todo se andará.






Inicia una nueva semana. Comienzan, con ésta, mis clases de danza afro. Mi profesora es una brasileira negra, y practico un poquito de portugués. Me siento totalmente un pato, pero al menos la otra chica es mucho peor que yo. No es fácil entender a una brasileira hablando italiano por encima de la música.

Después de la danza quedo con Andrea, y conozco a una majísima italiana amiga suya con la que congenio al instante. Silvia, estudia español.

Luego, teatro. Primera clase. Primera clase típica. El actor en escena. Ya me sé la lección. Pero, al menos, practico italiano. Soy la veterana con enorme diferencia siendo la más joven.

La semana transcurre entre clases y casa. Miércoles, concierto tributo a Edith Piaf. Precioso. Je ne regrette rien



Después del concierto, vamos con las rumanas. Anca y Cristina. Son compañeras de piso de la cantante. Llegamos y están todos los músicos y un grupo de italianos. En principio, estaba de paso, pero al ver el saxofón y el tamburello, no me puedo ir. Pandereta, saxo, djembé, flauta… Cantante con una voz impresionante. Vino salentino. ¿Quién podría irse a casa? Me siento bien, me transporto al Malas, pienso en Ricardo. Qué hermosa es la música en directo. 

Giovedì. San Martino, fiesta del vino. Fiesta en casa. Diecisiete personas. Un montón de italianos que hablan en dialecto. Kersten, Julie y Daniel. Me doy cuenta de que tengo más amigos alemanes que españoles.

Al día siguiente inicio el curso de pizzica. ¡Qué ganas tenía! Anonadada observo cómo algunos pasos son extremadamente similares a los del baile gallego. No entiendo el porqué. Aquí estuvieron los aragoneses pero ¿los gallegos? Aislados del mundo, ¿cómo tenemos tantos paralelismos con el Salento? El acento se parece un montón al nuestro. Si alguien sabe el porqué, que me lo explique. Senza senso.



El sábado vamos a Bari. Ciudad grande. Un puerto demasiado industrial. Ciudad vieja bonita pero sin mucho más. Por la noche concierto rock bastante agradable, sin embargo, el público era de lo más aburrido. Sin pogo ni nadie bailando. Luego, convitto, me encuentro con Andrea, djembe, guitarra, Carmen. Feliz. Feliz.





Y con la llegada del domingo se acaban las historias por hoy.





sabato 11 dicembre 2010

Bitácora: Capítulo V

Hace tiempo, antes incluso del viaje a Barcelona, estaba esperando por Giuliano, y me dije: mientras espero, voy a un cajero, que no tengo un duro. Así que como no sabía donde había uno, me acerqué a un grupo de gente y le pregunté a un treintañero dónde había un bancomat. ¡Adivinad! No se limitó a darme la información, sino que me acompañó e intentó ligar conmigo, me quería invitar a un café… brrr menos mal que en ese momento llegó Giuliano y me safé. Porque, para más INRI, el señorino era… POLICÍA

No sabía que fuese un motivo de ligoteo el querer sacar dinero.

Cazzegiando con Davide. Recordando nuestra infancia y escuchando canciones de los dibujos animados… Descubrimos que la melodía del Oliver y Benji español, es la melodía de unos dibujos italianos. ¿Quién copió a quién?
El reciclar en Lecce es algo realmente difícil. O estás muy comprometido con el medio o… vaffanculo! Además, los vasos de plástico son un éxito aquí. Puag… Es algo que me cuesta asimilar. En fin, al menos en casa he conseguido que usen vasos de verdad.

El agua es mala con ganas. Así que se bebe agua del súper. Otro ataque a mis principios.

Lunes, intento empezar las clases. Pero no me dejan. Llego demasiado temprano a la clase de las diez. A en punto estoy en la puerta y no hay ni dios. Encuentro un cartelito que pone que las clases de lengua y literatura griega serán en el Ateneo (yo me encontraba en otro edificio) Así que, dado que no se ve un alma, son las diez, y leo el cartel, deduzco que éste se refiere a mi asignatura, que casualmente tiene el mismo nombre “Lingua e letteratura griega” ¿Uno más uno? Cojo la bici y a toda lecce llego. Empiezo desesperadamente a buscar el aula. Nadie sabe nada. Vueltas y más vueltas durante media hora. Pregunta a la portera. No sé. Pregunta al C.A.S. No sé. Pregunta en la Presidencia. Voy a la Presidencia y tras llamarme impuntual y casi imbécil, me dicen que las clases no son en el Ateneo, sino donde yo había ido en principio. In Italia, uno más uno, cinco… (ya sabéis la rima) Hecha una furia me voy y decido volverme a casa. ¿Tardona? Vaffanculo. El profesor es el tardón. Mamma l’italiani. En ese momento odié tanto toda la… ¿organización? italiana. De la ira que me corroía llegué a mi casa en un minuto cuando normalmente tardo cinco. Estaba aceleradísima. Si se me hubiese puesto alguien delante lo habría atropellado con gusto. Por suerte, la carrera en bici me hizo soltar gas.


Esa noche, salimos por primera vez los tres del piso ya que Davide había hecho su último examen y al día siguiente se marchaba a Foggia. Noche divertida, pero al día siguiente no se despertaba ni dios. Mamá Cons fue a llamar a sus polluelos. Se marchó a clase y después de hora y media de literatura griega, con un malestar impresionante regresa a casa. El polluelo Matteo sigue durmiendo. Al menos Davide no perdió el tren. Descubro que aquí, o me muevo o me convierto en seta. Tengo suerte de ser tan activa, al menos puedo perder algo de mi energía y seguir siendo un ser dinámico.


Miércoles, otro nuevo intento de ir a clase. Con un gran esfuerzo me levanto a las 7 de la mañana para ir a Storia greca, y cual es mi sorpresa al llegar al Ateneo y ver que no hay un alma. Espero, espero. Pregunto, espero. Finalmente, a las 8:45, tras tres cuartos de hora de espera, deduzco que el profesor no va a venir. Y menos mal, porque si hubiera aparecido seguramente no hubiese sido capaz de aplacar mis instintos asesinos.

Ya que estoy en la calle y hasta las doce no tengo otra clase, decido ir a hacerme el certificado médico para poder matricularme en el C.U.S. que es una especia de pabellón deportivo para estudiantes, barato, donde aprenderé el baile popular salentino: la pizzica.

No estoy muy segura de poder hacérmelo tan fácilmente, porque es solo la segunda vez que lo intento. Pero… por probar. Sino, ya lo conseguiré a la tercera, que aquí las cosas van así. Acostúmbrate mujer con demasiada prisa. Relájate. Aprende que aquí no se puede hacer nada cuando lo planeas, le tienes que sumar una hora, si eres afortunada, una semana, si eres realista. Gracias a mi trébol, lo consigo. Me atiende un médico muy simpático y además me lo da gratis. Que bonito es ser Erasmus. Feliz como una perdiz, me inscribo en el C.U.S. y espero ansiosa el inicio de la pizzica.
Esa noche me llama Irene, una española que me sigue teniendo estima. Me voy con ella y con Elena al Paolone, y descubro sorprendida que hay un montón de españolitos que no me dirijen la palabra. ¿Por qué? ¿Por querer hacer mi Erasmus fuera del núcleo español? Qué pena me dan.

El jueves Matteo se va a dar un concierto en Padova, así que me quedo solita y hago otra cena. ¡Si es que echo un montón de menos la casa comunista de Santiago! Lorenzo viene a cocinar conmigo, pues él hará lasagna y yo escalibada. Mientras cocinamos, escuchamos Boikot. Le gusta, le gusta. Algunas canciones le recuerdan a la música popular de Taranto… ¡Lorenzo! Acabamos de encontrar la solución a nuestro misterio. ¿Te acuerdas de esa canción que compusiste tú y que tanto a Carmen como a mí nos resultaba conocida? No era la misma melodía, ¡era el estilo! Has compuesto una canción que se asemeja al Boikot más ska.

No sabéis como nos estuvimos desmenuzando el cerebro durante casi un mes para descubrir cómo era posible que conociésemos, dos españolas, una canción que Lorenzo acababa de componer hacía nada. Y la respuesta vino así, entre mozzarella y cebolla.

La cena fue fantástica, con un poco de guitarreo. Aunque al día siguiente odié a mis invitados porque tuve que fregar durante horas. Sarna con gusto… ¡alabemos al friegaplatos!

Este fin de semana no hay excursión dado que estoy sin un duro, así que me toca setear.

El viernes por la noche me llaman… Victor y su hermano Javi (ex batera de mi amado y añorado Letal Vice) Están en Lecce. ¿Por qué? Pues porque Victor hace su Erasmus con el rico vinagre de Modena y Javi con la mafia napolitana. Han venido de visita, a casa de un amigo. Me alegro un montón de verlos. Me hacen tener un poco de morriña. La primera vez que el hablar español me hace ilusión.

Sábado, sin mucho que contar. Fiesta en casa de Kersten, y por fin conozco a las rumanas. Pongo a prueba mis mínimos conocimientos de rumano y las conquisto. Sí, es obvio que amo las lenguas. ¿Me enseñaréis algo más? Ya que en Lecce el tiempo sobra, aprovechemos para aprender y aprender y aprender.

Domenica, Kuba y yo intentamos ir al museo provincial ya que no hacemos excursión. Pero… nuestro gozo en un pozo. El museo está cerrado. ¿Quién va a trabajar un domingo? Chicos, esto es Italia. Nos contentaremos con un pequeño paseo por la hermosa Lecce antigua.

Por la tarde me llama Matteo, el loco italiano de la piazza Mazzini. Accedo a quedar con él, al menos salgo de casa. Bien hecho chica. Gracias a esto, Laura- la lituana-, y yo, las dos únicas del grupo Erasmus que queremos hacer algo esta noche y disfrazarnos, vamos con Matteo y sus amigos a una fiesta de italianos. Cero Erasmus. Italia del sur de verdad. Un casa a las afueras, música, bebida y ¡comida! In Italia se come a todas horas.

Es extraño como hacen las fiestas aquí. Hay garitos, por supuesto, pero lo más habitual es el salir de Lecce y llegar a lo que aparentemente es una casa privada, y descubrir dentro una fiesta pública, un concierto… Bizarro. 


El lunes es festivo y el no hacer nada me aplatana. Nadie quiere salir hoy. Todo el día en casa. Cómo echo de menos, en estos momentos de inactividad total, a mis queridos compañeros de piso. No tengo absolutamente nada que hacer. Necesito salir, respirar. Pero Lecce, en festivo, duerme. Recemos porque mañana haya clase. 





Qué triste es ver que a las cinco Lorenzo nos abandona y empieza a asomar Catalina. ¿Cómo haré yo la fotosíntesis en invierno? Algo me dice que los fines de semana invernales van a ser duros. Sin Davide y sin sol ¿qué haré yo mientras el resto se transforma en seta?

Bitácora: capítulo IV




Brindisi, aeropuerto pequeño como los gallegos. Girona, Barcelona… Hemos llegado. Intento comunicarme con los españoles, pero no me salen las palabras: scusi, digo, perdone, para prender, esto… para ir al metro… Me toman por extranjera o por tonta.







Apartamento coqueto, cedido por Camino, ¡pena que no esté! Busco el desorden, pero no lo encuentro. Cenamos pasta, comemos pasta. Al menos, puedo desayunar pan con aceite. 



Visita turística. Sagrada Familia, luego, una guitarra y una canción. ¡Cómo me gusta conocer a la gente insalanuta! Simplemente, un perroflauta de la calle. Le pido la guitarra y me la deja, sin más preguntas. A disfrutar de la música. Aprendamos canciones italianas en el centro de Barcelona. 

Veinticuatro horas de italiano. ¿Quién me iba a decir a mí que en España aprendería tanto italiano? Compran oro e rubanno amor… Bailamos en el metro. Representamos la Divina Comedia… Fantástico. 



Dosis de Ana. Imprescindible visita a Pol. Los tres recuperamos un poco la magia de Santiago y nos homenajeamos con un “Para ser felices”.




De pronto, en el metro… Alex. La diosa burlona juega sus cartas. Vamos con Alex a una fiesta. Mallorquines y catalanes, y yo no entiendo nada. No hablan español… Me siento fuera. Extranjera en Catalunya. Cap problema. Sono italiana. 

Cena especial para Ana, su regalo de cumple: visita y pasta. Un poco de sangría. Pero no tenemos azúcar. Aniña, pídele a los vecinos. Sorprendida descubre que los vecinos son de… ¡Italia! Así que les invita a tomar algo. Somos más italianos… digo, SON más italianos que españoles. Ma do!


Miquel, català, amigo de Giuliano de su erasmus en Ámsterdam. Un tipo genial. Nos hace un poco de guía. Nos enseña bares afterhours ilegales donde nos timan y pagamos cinco euros por una birra. ¡La Virgen! Qué cara es la vida en la ciudad condal.

En cada esquina, alguien hablando italiano. ¿Por qué? El mundo se está volviendo loco. 




Visita al parque Güell. Y un peruano me regala un anillo. Quién sabe el porqué. Los hombres están locos, el mundo está loco... Y yo que creía que solo en Santiago pasaban cosas paranormales.

Miquel nos lleva al aeropuerto. Un tipo genial. 



Santiago. Lorenzo se enamora. Ciudad bohemia para un hombre bohemio. Malas, me siento en casa. 

Facultad, y cenita con los filólogos… bueno, tres de ellos. ¡Cómo me presta! Reencuentro y reconciliación. Soy feliz, sin embargo, una semana fuera de Lecce, y lo echo de menos. 


Barcelona, un día más. Y después, retorno, no sin antes abastecerme de morcilla y chorizo. En Italia mucha pasta, pero de esto no entienden. Vuelvo a casa. Agotada. Una semana entera de vida española: mucha fiesta y poco dormir. Al menos en Lecce, dormir se duerme.
Ciertamente, Davide me había echado de menos. La bambolina è arrivata. Sei contento? El sol y yo llegamos a Lecce. Me habían echado de menos. ¿Sólo fue una semana? Parecieron dos.




Viernes noche, vino en piazza Manzzini. Se nos acercan dos italianos. Matteo, simpático. Sin saber nada de mí, comienza a llamarme Stella. ¿Será cierto que tengo cara de estrella? Nos ponemos a hacer una improvisación, así, salida de la nada. Es una pena que para los italianos lo más importante sea ligar, sino, sería fácil iniciar una amistad con estos chicos tan abiertos. Pero, una vez más, el ser mujer te hace objeto. En fin, seguro que alguno de estos hombres enfermos al final es normal. A pesar del problema general de los XY de este país, se encuentra gente muy agradable con la que incluso puedes tener una conversación sin que te miren con lascivia. ¡Milagro! Pero para eso hay que pasar la fase inicial de “te devoro con los ojos, nena”

Al día siguiente, como todos los fines de semana, excursión. Hoy toca Gallipoli. Mayoría de polacos. Sólo Kersten y yo vamos en representación de otro país. Idioma de comunicación: inglés. La ciudad es preciosa. Puerto pesquero. Olor a mar, a pez… ummm, soy feliz. 23 de octubre y yo en el agua. Playa, sol… ¿estamos en otoño? No lo creo.

  

Poco a poco voy afianzando mi amistad con Kersten, Kuba y Magda. Sí, les he cogido mucho cariño. Qué bien hice yendo a esa estúpida single party.

Por la noche, llamo a Julia y a Daniel. Ellos también me habían echado de menos. Cómo no, birra en el Paolone. De pronto, nos vemos rodeadas por italianos en celo. Sin embargo, he encontrado la táctica. Sin pelos en la lengua anuncio que busco amigos, no novios. Sorprendida, me veo continuando una conversación sin ser objetivo de caza. Por fin.





Domenica, a no hacer nada. Ejercicios de italiano y el regreso de Matteo. La familia al completo. Para cenar, pizza. Y mañana, a empezar las clases.