He muerto. Al fin, he muerto. Pues, ¿qué futuro me esperaba? ¿Ser una votante del PSOE, antigua roja desencantada? ¿Opositar para convertirme en funcionaria de educación para un sistema que repudio? Comerme mis ideas y tragarme mis palabras. ¿La alternativa? La pobreza, tal vez, ermitaña mendicante, o, tal vez, camarera explotada alcohólica y olvidada en cualquier bar de mala muerte. La muerte, la única salida. La muerte, al fin, único medio para la libertad en un mundo podrido. La muerte, salvación a la corrupción del alma, único camino para la coherencia. Muero y soy feliz. He vivido y he aprendido a atenerme a las consecuencias del desprecio al camino fácil, al acomodarse a las circunstancias impuestas. Morir es la alternativa a la opresión del sistema global.
He muerto, celebrémoslo. Festejemos y démosme mi último adiós. Cerveza, licor café y whisky sean la Iglesia en mi funeral. Extremoduro y Janis Joplin, las palabras del cura. Las lágrimas se tornen en sonrisas y el pésame sea un canuto con la pipa de la paz. Mis cenizas sobrevuelen el cantábrico desde el faro de mi corazón. Repose mi alma entre Brunete y Oviñana, y a la madre naturaleza un cántico de gracias y esperanza. Sonreíd, he muerto, y por ello soy feliz.