Como va siendo tradición, voy con Lucía al teatro un viernes por la
noche, las ciudades pueden ser Gijón o Avilés, ¡qué cosas! La capital ye Uvieu y de teatro poco. Así, me tengo que coger el ALSA- aquí, las proletarias, que no tenemos coche- a las 08:30 de la mañana; sin problema, un poco temprano, pero hay que tener en cuenta que estudio en Santiago, ciudad universitaria donde cada jueves hay algo que hacer, y a mí la de no salgo que mañana madrugo me cuesta aceptarla. En esta ocasión, sería el acto de licenciatura de los de quinto de filología, que visto que hay pocos alumnos por carrera, se congregan en un día; por ello nos encontramos con la facultad llena de gente de punta en blanco y un olor a maquillaje del copón. Al acto en sí no asistí, pero la promesa de celebrarlo por la noche con Ildara era inevitable. A esto hay que añadir que esa noche Soraya (Abigail, nas Bruxas de Salem) venía a Santiago para que, al fin, pudiese verla actuar en su esperado Cabaret Titán. Cual fue mi sorpresa cuando, entre los actores no estaba solo mi querida Soraya, sino que iba a encontrarme con Óscar, el hermano de Alba Irina, que ahora es mago. Así pues, la noche se alargó hasta altas horas, acompañados por una muy norteña lluvia. Como viene siendo tradición, el resultado inevitable fue que no durmiese y me cogiese el bus con las cervezas bailándome en el estómago. Bus, siesta, y ya estamos en Oviedo.
Por la noche vamos a
Gijón a disfrutar de El Nacional de Els Joglars. En tres palabras im-presionante-nante.
Una puesta en escena espectacular pero justificada, una muy buena
interpretación, mucho humor, una gran crítica a la cultura y programaciones
culturales del momento y al mundo capitalista en el que el que no produce
beneficios exacerbados, no existe. Todo adobado con buena música, y lo que fue
aún mejor, los actores nos deleitaron con fragmenteos del Rigoletto,
cantados con voces envidiables. Podría criticar algún detalle técnico, pero no
es el momento de ponerse pedante. De vuelta a Oviedo, caí rendida tras comer un
par de croquetas de la abuela. El sábado nos fuimos a Oviñana, pero la lluvia
nos lo puso un poco difícil, sin paseo al Faro ni comida al aire libre. Eso sí,
los elementos atmosféricos no podían estropear esa obligada y placentera visita
a Ana e Ignacio, con una buena dosis de gastronomía farriega hecha en casa y de
jugar a peleas y otras cosas que tanto le prestan a Ignacio. Acabé muerta, pero
por la noche no pude dejar de pasar por el Cai, a tomar una, lo cual derivó en
una escapada a las fiestas del Pito, a las que nunca había ido. Prestome por la
vida. Estábamos una gran parte del pueblo allí, como si fuese un aperitivo del
verano, que esperemos tenga casa para disfrutarlo sin problemas (*). Pero lo
mejor y más inesperado de la noche llegó cuando vi a lo lejos una cara conocida
¡y tan conocida! Antón, como yo lo llamo, mi ex casi primastro segundo. Sí,
allí estaba, después de tropecientos años sin verlo, igual que siempre pero con
más barba. Eso sí que no me lo esperaba, una muy agradable sorpresa. Espero que
sea verdad y que este verano le veamos el pelo.
Como me había prometido a
mí misma, me volví con Mantequilla a horas muy tempranas, me costó, casi me
convencen para que me quede, pero cuando a la mañana siguiente, tras dos horas
de ruido en casa, decidí levantarme y vi el sol que se filtraba por la ventana,
me sentí orgullosa de mi yo del pasado y su responsable decisión. Lucía y yo
nos hicimos una bonita caminata hasta el Faro luchando contra el viento, eso
sí, una caminata con muchas vueltas y pausas, la difícil búsqueda de la casa de
la concejala dio sus frutos, esperemos que mi proyecto del taller de teatro
siga adelante, vi a Alfonso muy interesado, lo que me animó bastante, ojalá que
a la asociación de vecinos le parezca también una buena idea(**). Luego fuimos
a ver una casa muy guapa, grande, luminosa y con cocina de leña. Le vi
solamente un par de fallos: el primero y más importante para mí, pero
objetivamente, el más estúpido, no está en Vivigo, mi barrio de Oviñana desde
hace veintidós años; el segundo, que no deja de ser un romántico inconveniente,
es que no tiene chimenea; el tercero es la falta de verde, tiene espacio fuera,
pero cementado, ¡craso error! ¿Qué va a ser de nuestras plantas? Aunque, bien mirado,
para la mayor parte de la gente, mis pegas suenan estúpidas. Aquí lo importante
es tener casa.
Por fin llegamos al Faro,
volvimos y nos hicimos una de esas eternas comidas de la abuela, en medio de la
cual llegaron las Selicas. Más paseo, esta vez improductivo, ya que la casa que
fuimos a ver no se alquilaba. Después fuimos hasta el prao de Selica, que
parece una selva, a ver si lo limpia y nos hacemos allí un camping improvisado.
Se nos acaba el tiempo en
Oviñana, así que paso por el Cai para despedirme, y me dicen la de siempre:
“Acabas de llegar y ya marchas. ¿Ahora qué, hasta el verano nada?” Esperemos
que la respuesta sea: No, volveré antes (***), ma chi sa, chi sa, cosa sarà.
Cómo no, una visita rápida a Ignacio y Ana y vuelta para Uvieu, y velaquí
me acho, en un bar del casco histórico de la capital asturiana, con un ambiente
cojonudo, que sería mil veces mejor con un Estrella. Eso sí, no hay Estrella
pero ni el del bar se salva de ser un prototipo de tío de puta madre de
Santiago, esto podría ser un Curruncho de colegas en sus mejores días.
Oviedo, 29/04/2012
*En el
momento que escribí esto aún no estaba claro qué sucedería con el alquiler.
**Idem
***Por
desgracia la respuesta fue afirmativa