domenica 22 aprile 2012

Un mundo feliz


Aquí os dejo un trabajo que tuve que hacer hace unos seis años para filosofía, pero que realmente es apropiado para estos momentos:


Antes de que el profesor acabase de escribir el título en el encerado, yo ya sabía que este sería el libro que leería, puesto que llevaba mucho tiempo deseándolo pero, por unas cosas u otras, no encontraba la ocasión propicia.

            Un mundo feliz cuenta la historia de una civilización avanzada en el tiempo y la tecnología. Se podría encuadrar dentro de la ciencia ficción, de hecho esta es la opinión más generalizada, pero tras haberlo leído, creo que no es tan ficticio como a primera vista parece.

            La obra, situada en Londres, nos presenta una civilización en la que todo es  perfecto, en la que todos aman su trabajo y se alegran de su condición social, en la que todos tienen lo que desean o creen desear, y  hacen lo que quieren y deben, dentro de un orden, por supuesto. La gente no nace de una forma natural, sino que es “fabricada” en centros y allí es “condicionada” para la vida que llevará y para estar contenta con su labor.  El condicionamiento consiste en un aprendizaje basado en la repetición de un mismo mensaje durante un largo período de tiempo mientras los niños duermen.

            En principio todo parece perfecto y hermoso, todo es fácil, todo está al alcance de sus manos y las necesidades básicas están perfectamente cubiertas. Lo que mueve a la sociedad es el consumismo desaforado, todos tienen lo que desean y todos desean lo que se les da. Cuando tienen un problema mínimo o les sucede algo que se sale de la norma, como el simple cansancio, se toman una droga socialmente aceptada llamada soma. Con todo esto, se elimina del mundo la pasión, se eliminan los sentimientos demasiado intensos, se eliminan los triunfos y la recompensa moral y personal de haber conseguido algo por tu propio esfuerzo. Pero nadie parece darse cuenta. ¿Nadie? No. Hay una persona, y luego dos, y finalmente tres, que no se dejan, o no quieren dejarse manipular, que tras haber visitado una reserva natural en la que la población vivía con medios arcaicos, con todos los sentimientos a flor de piel, se dan cuenta de que su mundo no es tan perfecto como pensaban.

            Este libro me impresionó, me gustó, pero sobre todo me hizo reflexionar. No habla de un mundo tan ficticio, creo yo, ya que de alguna forma nosotros también estamos condicionados para ser como somos, buscamos la comodidad y el consumo, queremos la eterna felicidad y las facilidades para conseguir lo que se nos antoja sin a penas un mínimo esfuerzo. Poco a poco, le vamos arrebatando la poesía a nuestra vida, suprimimos los sentimientos como la satisfacción del esfuerzo realizado en las empresas que emprendemos. Nuestro objetivo no va más allá de nuestra propia e inmediata felicidad, sin tener en cuenta al resto. La vida se basa en las apariencias y en el qué dirán, condenando a aquellos que piensan diferente. Hacemos de la gente objetos sexuales y le robamos al amor su lirismo, olvidamos el valor de ir paso a paso encandilando a una persona, es mejor satisfacer tu deseo inmediato que conseguirlo poco a poco usando tu imaginación y poniendo en ello todo tu empeño. Intentamos vivir en un mundo feliz, feliz y artificial donde los sentimientos no valen nada, donde trabajamos y producimos dinero para consumir, consumir y consumir sin darle valor a las cosas que compramos. Juzgamos a la gente por su ropa y su estatus social. Solo se respeta a aquellos que no piensan por sí mismos, a aquellos que no se paran a reflexionar sobre lo que está bien y lo que está mal, solo se consideran buenos ciudadanos a los que viven para trabajar, conseguir dinero, consumir y no salirse de la norma social y del pensamiento general que no va más allá de la propia felicidad. Y si el mundo va mal…que lo cambien los otros. Pero, aquí no tenemos soma.

            He llegado a la conclusión de que no quiero convertirme en una persona manipulable dominada por el consumismo y el sentir de las masas. De una forma u otra me siento distinta, pero no lo suficiente como para que el mundo cambie, al menos de momento.

Si alguien puede impedir que acabemos como Huxley se imagina somos nosotros, los jóvenes. 

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