París, París, je t’aime, París… La ciudad del amor, la ciudad de los bohemios perdidos por las calles. Montmatre, Saint-Michel… La Sorbonne. Sus barrios, su gente de todos los colores, el metro de variadas lenguas. París, belleza y melancolía. Un sentimiento más allá de toda racionalidad me invade. París, me enamoro. París, escucha el tambor cuando se acerca. París, sé testigo de la alegría de niña. París, invita a amar al borde del Sena. París, alimenta los sueños.
Metro de París
Calor, calor, oscuridad, túneles largos sin respiración. La gente sube y baja. Cada uno perdido en vagos pensamientos. Uno come durante el transporte. Otro mira a las personas sin fijar siquiera la vista. Resguardo bajo, evitando el contacto ocular. De vez en cuando, se entrecruzan conversaciones. “Merci, pardon” Una parada, Gare du Nord, la gente baja, la gente sube, la gente corre. El metro se para, “Arrete!” Continúa la marcha. En cada pausa, nuevos rostros que se giran para no verse. Personas ajenas unas a las otras. Completos desconocidos en la ciudad de la torre de metal. Uno que lee, otro que habla por teléfono. Miradas perdidas. Silencio, el susurro de una conversación lejana, el silbido del metro. La voz del maquinista que escupe unas palabras. Las caras, las caras sin expresión. Cansancio, rutina. La mañana de un día de trabajo. París, el metro, la música de un violín. El metro de París.
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