venerdì 9 dicembre 2011

FATÍDICO AGOSTO

               
Todo empezó un verano en el que conociste a un chico de Oviñana. En una mirada pasó a ocupar casi completamente tu mente, era el primer muchacho de tu vida, te llevaba dos años y parecía interesarse por ti. Una noche tus sueños de niña se hicieron realidad y la pasasteis juntos besándoos hasta agotaros. Para ti era una experiencia nueva, tu cuerpo vibraba y notabas descargas eléctricas recorrerte entera, eso se juntaba con una noche de verano a la luz de la luna acompañados de la música de la orquesta. Pero fue de noche, y el sol se llevó la magia.  Ese verano volvisteis a estar juntos varias veces, e incluso conseguisteis trasladar la magia de la luz de la luna a pleno sol, pero todo pasó, era un agosto y llegó septiembre. Tú te quedaste encandilada de ese muchacho de ojos grandes y labios suaves.

 Pasaron los meses y no dejabas de pensar en él, hasta que volvisteis a veros, y la historia se repitió: noches solo para dos y miradas furtivas entre las gentes. Así, el tiempo siguió adelante y pasó el verano con su invierno. Cuando llegó agosto del 2004 y después de tanto tiempo de relaciones entrecortadas, de amores escondidos, de lágrimas por la distancia, de promesas, de sueños que cumplir; todo parecía haberse roto. Nunca supiste ni sabrás el motivo, pero no os hablabais. Llegaste al pueblo y no le avisaste, os cruzabais y apartabais la mirada. Tu corazón estaba acongojado pero tu sonrisa siempre segura atada a unos labios solitarios. Recuerdo como una vez que pasó a tu lado, te dijo un amigo: “Chiquilla, cómo le miras; te lo comes con los ojos.” Era cierto, le seguías queriendo como a nadie has querido jamás. Él también te miraba intensamente, pero aún así, seguíais sin hablar. El porqué será una pregunta sin responder, como tantas otras. Una noche te llamó y no respondiste. Nunca te lo perdonarás, es algo que te reconcome la conciencia, el pensar que todo podría haber sido de otra forma y que ahora ya es demasiado tarde.

Días después, 27 de agosto, mientras estábamos en la terraza de una amiga común, pasó por debajo y os mirasteis, os comisteis con los ojos y os pedisteis perdón sin mover los labios. Pero llegó la fatídica noche.

28 de agosto:

Por la mañana te encontraste a su mejor amiga y te dijo que él estaba en el Hospital.

Estas palabras te dejaron helada, no podía ser ¿qué le había pasado? Esa noche habían sido las fiestas de Albuerne, un pueblo cercano. Él había ido en bicicleta, a la vuelta tuvo un accidente. Lo encontraron inconsciente en la cuneta de la carretera, de inmediato lo llevaron al hospital. No sabíamos nada.

Pasaron las horas lentamente. Nuestros corazones en vilo.
...
- ¿Se sabe algo? ¿Cómo estáis? ¿Qué dicen los médicos?

Nada. Silencio. Había que esperar.

Y llegó la tarde.

Cuando lo vimos aparecer por la puerta del salón en el que todos aguardábamos, te pusiste muy nerviosa. Se apoyó en el marco de la puerta y dijo:

- Murió, Rafa murió.

Pensaste que era una broma, pero al mirarle de nuevo, viste la mueca de su rostro y comprendiste que hablaba muy en serio. Te quedaste fría. El tiempo se paró, todo dejó de tener sentido. Las palabras que instantes antes habían salido de sus labios perdieron todo significado. ¡¡Era imposible!! Cuando recobraste la razón y te diste cuenta de que aquello era real, te sentías impotente, perdida, las lágrimas no acudieron a tus ojos porque no tenían sentido. No sabías lo que hacías, tu corazón estaba acelerado y no parabas de temblar. Necesitabas tomar el aire y te asomaste a la terraza. Te cogieron por detrás:

- ¡¡Cuidado!! Te vas a caer.

Tus nervios estaban a cien, estabas desquiciada. Te sentamos en una silla e intentamos darte agua para tranquilizarte, pero entre temblores te tiraste todo el contenido del vaso por encima. No pudiste tragar más que tus propias lágrimas que ahora salían a borbotones. Decías cosas sin sentido, oías gente a lo lejos que te decía:

- Chica, tranquilízate, te va a dar algo... no puedes seguir así, ¡por favor!

-No, no puedo. No puede ser... ¡no puedo!

Las siguientes horas fueron las peores de tu vida, vimos a muchos amigos, todos tristes y algunos te decían que lo sentían; pero tú no veías nada, eran solo vagas imágenes y palabras lejanas. No podías pensar en nadie más que en él... el amor que has perdido, el chico al que habías querido durante casi tres años.

El tiempo pasó y todo el peso de su ausencia recayó sobre tus hombros, estabas sola, lejos de Oviñana, sin nadie que le hubiese conocido, sin nadie con quien compartir un mísero recuerdo. Le AMABAS en mayúsculas, y eras demasiado joven. La vida te había dado una puñalada muy fuerte y aun es el día de hoy en que no consigues entenderlo. No lloras por las esquinas porque las lágrimas no tienen sentido, pero tu corazón sangra y no es una metáfora de libro bonita, es una realidad.

Yo lo sé, sé que sientes que se desgarra algo dentro de ti cuando alguien pretende decirte “Te quiero”. No hay tequieros en tu vida. El único tequiero sincero fue a unos ojos marrones antes de morir.

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