martedì 29 marzo 2011

Bitácora: Capítulo XI

Escrito el sábado 26 de febrero: ¡empieza la aventura!

Ilaria me acompaña a la estación. Estoy un poco nerviosa. Por fin, me subo al tren un poco insegura porque no sé demasiado bien cómo funciona lo del interrail. Me meto en un vagón con una señora que no tiene pinta de ser italiana. Parece tranquila, sin embargo, en el vagón de al lado hay un grupo de muchachos bastante petardos, espero que se bajen pronto. Cuando por fin llega el revisor, que parece ser agradable, me dice que todo está correcto. ¡uff, menos mal! Ahora ya me puedo acomodar y pasar relajada las siete horas de viaje que me faltan… ¡todavía!

Cuando estamos casi llegando a Ostuni, se sube un señor muy elegante, silencioso. Perfecto, el viaje continúa bien. Pero, después de un poco, nos paramos en sabe dios dónde de la Puglia, y se suben un par de gilipollas que además huelen a no haberse lavado en a saber cuánto. El tío parece un poco corto de mente y, para más INRI, es un completo maleducado. No para de hablar y no me deja espacio. Luego se sube otra chica que parece tonta, pero no, lo que pasa es que es jordana. Empiezo a pensar que lo de dormir esta noche no va a ser posible. El hombre no calla y, encima, cuando le digo que quiero dormir me responde que él no tiene esa intención. ¡Mierda! Estos italianos…
 
Se pone a fumar con toda la cara , ojalá que lo echen del tren. Pero no, el muy imbécil se pone con su pitillo en el pasillo y al segundo le llaman la atención. Para mi desgracia, el revisor es demasiado bueno.

Además de no callar, no dice más que tonterías. Descubro que es de Bari, ¡me lo imaginaba! No sé por qué… “i so di Bar”

Me siento muy leccese odiando a los bareses en este momento.

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